octubre 17, 2008

La escuela hoy.

La Escuela Comunitaria mostró lo que somos capaces de hacer pero también en lo que aun hace falta trabajar. Fue un espacio de talleres múltiples por los temas y por las personas que la integraron; lo que en un principio fueron talleres aislados después, poco a poco, dio paso a la organización colectiva. Con el tiempo fue posible organizar la Asamblea General de la Escuela Comunitaria, un espacio en donde todos sus miembros, alumnos, talleristas y el colectivo Black Pato, hablamos, escuchamos, discutimos, nos conocimos y, finalmente llegamos a un consenso sobre el por qué de la Escuela, su futuro, las formas de organizarse y administrar los recursos… Así, en la primera asamblea se dijo que “la Escuela Comunitaria es un espacio en donde se aprende con los vecinos; se establece un aprendizaje distinto al tradicional, pues todos tienen algo que aprender y algo que enseñar...”, todo se platicó en ese momento libre y diferente, sin autoridades o jefes que decidieran por todos. En los siguientes meses se realizaron más asambleas y en una de ellas, la tercera, se dio un paso muy grande, la autogestión fue real con el surgimiento de la Comisión de la Escuela Comunitaria encargada de garantizar el respeto y cumplimiento de los objetivos acordados colectivamente y de mantener la comunicación entre los talleres. Con un representante por cada taller semanalmente en una reunión se informaba sobre los talleres, se establecían fechas y horarios para las actividades planteadas y se hablaba de todo lo necesario para el buen funcionamiento de la Escuela. La Comisión tuvo logros, fue la encargada de organizar una kermes para juntar fondos y resultó exitosa por varias razones: por la organización colectiva, porque la Cooperativa de salud comunitaria tuvo un espacio para ofrecer sus productos medicinales, y al final también porque nos hicimos de recursos económicos para comprar materiales como pizarrones, plumones, cuadernos, en fin, cualquier cosa necesaria en esta gran experiencia de aprendizaje colectivo. La Comisión fue rica en experiencias, una forma rotativa y democrática de organización sin especialistas o autoridades, todos compartiendo responsabilidades. Un objetivo importante de la Escuela fue que cada taller pudiera producir algo de utilidad y pudiera hacernos un poco más libres y autónomos. Uno de los talleres, el de Medicina Comunitaria, dio lugar a la Cooperativa de Mujeres para la Salud Comunitaria. Una cooperativa que elaboró productos medicinales buscando fundamentalmente contribuir y promover una salud distinta, pensada desde y para la Comunidad, aprovechando los recursos cercanos a ella y económicamente accesible; una cooperativa que en su momento supo organizarse, hacer propuestas e imaginarse una vida mejor. Los productos ahí están, hechos por el trabajo horizontal que una cooperativa puede dar. El trabajo en la Escuela fue de altibajos, de logros personales y colectivos, de aprendizaje recíproco y también de errores, porque cuando se trabaja de forma libre, autónoma y compartida, desconociendo parte del camino a recorrer, es posible y es válido equivocarse, sentir frustración o molestarse; somos muchos y diferentes, para conocernos y entendernos hace falta tiempo, paciencia y, sobre todo, ganas de hacer las cosas. Aquí cada error es una oportunidad de crecer y seguir adelante. Y un día lo aprendido en la Asamblea de la Escuela Comunitaria podrá servir como referente para una asamblea de toda la colonia u otra forma de organización. Por ahora la Escuela se encuentra lista para intentar hacer las cosas de otra forma, ya no estamos en la canchita de Avenida de las Torres como solíamos hacerlo todos los sábados, no por falta de interés sino porque al hacer la valoración de lo ocurrido nos dimos cuenta de que podemos situarnos en cualquier lugar donde la Escuela sea requerida y que es mucho más productivo hacerlo así, la Escuela es hoy móvil, flexible y adaptable a nuevas exigencias, manteniendo los mismos objetivos y diciendo: “Nadie enseña a nadie, todos aprendemos de todos”.